La casa cúbica de las zonas rurales, fuente de inspiración de la arquitectura moderna, es una de las construcciones características de la cuenca mediterránea que, a pesar de sus ventajas y arraigo cultural, está en decadencia y desuso.
Con estas palabras Ignacio García afirma que la casa cúbica con cubierta plana de azotea situada en la misma parcela de cultivo y la casa de Peñíscola, una adaptación urbana de la primera, también de volumetría cúbica y de un blanco absoluto, son las dos grandes creaciones de la arquitectura popular del litoral Este de España, en la Costa Azahar de Castellón de la Plana.
«Ambas, nacidas a orillas del Mediterráneo, fueron desarrolladas en una línea plástica de la máxima sobriedad y simplificación, ajena a cualquier clase de veleidad ornamental, mucho tiempo antes de que lo hiciera el mejor Le Corbusier de hace un siglo», comenta Ignacio García en el Catálogo de Arquitectura que ha elaborado bajo el título «Cubiertas Planas Vernáculas en España», en donde descubre la composición, construcción y origen de las cubiertas planas.
En la tierra llana comprendida entre Benicarló y Vinaroz y aun en zonas del interior con límites que podrían situarse en la línea determinada por los pueblos de San Mateo y San Jorge existe una amplia serie de construcciones, generalmente de pequeño o regular tamaño, en las que dominan las formas cúbicas en composiciones a veces de una gran simplicidad y de cierta complejidad en otros casos. Tienen todas en común, además de su volumetría acusadamente cúbica, el estar cubiertas mediante azotea visitable y ofrecer un aspecto exterior con dominio absoluto del blanco, que suele ser también el color de sus interiores.
La cubierta en terraza se resuelve mediante el “trespol”, subraya el arquitecto:
«Una mezcla de grava de playa y fango que se emplea como material de terminado de la azotea. A veces el fango bien amasado es el único componente de la capa inferior, situándose sobre ella la capa de grava. El forjado se compone de un envigado de rollizos sobre el que puede colocarse o bien cañizo trenzado, o tablazón, o un tablero de rasilla. El trespol se vertía y apisonaba sobre este delgado piso, todo en una capa de quince centímetros, la cual descansaba sobre los rollizos o cabirons situados bastante próximos entre sí».
La casa de Peñíscola, denominada así por encontrarse en este pueblo los ejemplares más valiosos y numerosos, ofrece ciertos puntos de semejanza con la casa urbana ibicenca, si bien son tantos los aspectos que los separan que pueden considerarse legítimamente como tipologías distintas.
La casa popular más característica de Peñíscola, en otro tiempo ocupada en su mayoría por familias de pescadores, consiste en un edificio de fachada estrecha, planta muy alargada, con piso bajo y dos superiores y dotado de cubierta plana de azotea del tipo de la casa cúbica del llano.
Dos accidentes formales característicos.
Con huecos casi siempre excesivos para la necesidad de iluminación y ventilación del interior y cortados como a cuchillo en sus fachadas escuetas y despojadas, ofrecen dos accidentes formales bien característicos.
Uno, que irrumpe la acusada planitud de sus fachadas, son los frecuentes balcones sostenidos muchas veces por repisas de piedra, moldurados, con barandilla hoy metálica que fue sin duda de madera en tiempos pasados. El otro más usual, apenas ausente en ninguna de ellas, lo constituyen las bajantes por las que tiene lugar el desagüe de las terrazas.
Desde hace ya varias décadas, ha venido cayendo en desuso la técnica del trespol como material empleado en la construcción de las cubiertas planas.
Ahora la terraza se hace con suelo de baldosín catalán o pavimento análogo y los cabirons o vigas de madera se sustituyen por piezas de hormigón pretensado.