Los incendios forestales se han convertido en las últimas décadas en la peor catástrofe ecológica en España. Sin embargo, la política de lucha contra los incendios solamente pone su acento en la extinción.
Desde 1961, fecha en la que se inicia la serie anual de datos, el número de incendios se ha multiplicado por ocho, pasando de 2.714 hasta 20.887 incendios de media al año.
Solamente en 1985 ardieron 484.476 hectáreas en España, una extensión equivalente a la provincia de Pontevedra.
Y, más recientemente, en 2012 conocimos los incendios forestales más devastadores del siglo XXI, con 217.000 hectáreas quemadas, una superficie equivalente a la provincia de Vizcaya.
El fuego ha dejado de desempeñar una función esencial y natural para mantener la salud de numerosos ecosistemas forestales.
El fuego es uno de los elementos naturales que ha influido en las comunidades vegetales a lo largo del tiempo. Los seres humanos vienen utilizando el fuego desde hace miles de años como instrumento de ordenación de la tierra.
Sin embargo, en la última parte del siglo XX, a causa de los cambios climáticos y del abuso humano del fuego, los incendios son ahora una amenaza importante para nuestros bosques y su biodiversidad. Las pérdidas materiales son cuantiosas y miles las personas afectadas por el fuego.
El futuro es muy poco halagüeño – En los próximos años, los incendios forestales pueden verse agravados por los efectos del cambio climático.
Un verano extremadamente cálido y seco favoreció que fueran los peores años en términos de superficie forestal calcinada.
Los mayores expertos del país en esta materia aseguran que en España, al igual que en otros países de la cuenca mediterránea y en regiones que tienen un clima similar, como Australia meridional y California, los incendios forestales han sido, son y serán un problema inherente al verano y a la tierra.
Sin embargo, el clima no es el único responsable. De los 16.000 incendios ocurridos en 2012, más de 9.000 fueron intencionados.
Mapa del Área de Defensa Contra Incendios Forestales, Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2012. – Grandes incendios forestales (Sup > 500 ha).
El hombre es el autor de la mayoría de los incendios forestales.
Las diversas actividades humanas en el medio rural y las acciones interesadas de una parte de la población provocan el mayor número de los fuegos.
En la serie histórica de este siglo, el ser humano es el causante directo de la mayoría de los incendios. Además, más de la mitad se inició de manera intencionada.
Según el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en la Estadística General de Incendios Forestales (EGIF MAGRAMA) las motivaciones de los incendios intencionados en España son muchas y diversas.
Los fuegos provocados por pastores y ganaderos para regenerar el pasto, por campesinos para eliminar matorral y residuos agrícolas, obrados por pirómanos, con objetivo de facilitar la caza y originados por venganzas son las motivaciones que más se repiten y que mayor número de incendios y hectáreas quemadas ocasionan en España.
La intencionalidad es múltiple – Causas tradicionales, como meteorológicas, topográficas, el alejamiento del jabalí de las zonas de cultivo, la regeneración de pastos para el ganado, el desbroce del monte con el fuego porque es lo más barato… Pero se agravan las consecuencias por el abandono del campo y porque no ha habido un consenso sociopolítico para tratar los incendios como una catástrofe.
Las motivaciones y la realidad de los siniestros provocados varía mucho porque la zona mediterránea tiene un régimen muy diferente al de la zona atlántica – En todo caso, en los incendios intencionados siempre hay una búsqueda de interés económico, aunque sólo sea para luchar contra las plagas de conejos que se comen los frutales o las viñas, como sucede en Valencia.
La cultura del fuego sobrevive en el noroeste peninsular.
Las Comunidades Autónomas donde el fuego se sigue usando por una parte de sus habitantes para gestionar el monte son las que año tras año lideran la lista de número de incendios.
En zonas de Asturias, Castilla León y, sobre todo, Galicia se sigue utilizando el fuego como se hacía en el Neolítico para abrir pastos y otros fines.
Documental «Queimar o monte» de Emilio Fonseca, Televisión de Galicia – El documental demuestra que hay una cultura del fuego muy arraigada en el medio rural gallego y que existe una complicidad entre sus habitantes. Lo hace mediante el testimonio de numerosas fuentes humanas que sostienen el hilo narrativo del filme. El autor señala que «no es que haya una connivencia clara en los pueblos, pero simplemente se conoce al infractor y no se le denuncia». Concluye: «se da a veces la figura del valiente del pueblo que se enfrenta a los cazadores o a otros incendiarios, pero luego suele recibir represalias».
En la serie histórica de este siglo, la región más afectada por los incendios forestales fue Galicia, donde se quemaron un 24% del total de las hectáreas arrasadas por el fuego en España y donde el 81% de los incendios fueron provocados.
Los efectos de los incendios sobre el ecosistema.
Los incendios forestales tienen muchas repercusiones sobre la diversidad biológica.
Son una fuente importante de emisión de carbono que contribuye al calentamiento mundial que podría modificar la biodiversidad. También modifican el volumen de biomasa, alteran el ciclo hidrológico e influyen en el comportamiento de especies vegetales y animales. Los incendios promueven la aparición de especies tolerantes al fuego, que sustituyen a las especies que crecen en un entorno inalterado, como se aprecia por adaptaciones de las plantas como el grosor de la corteza, que permite resistir a incendios recurrentes de baja intensidad, mientras perecen otras especies menos adaptadas. El humo procedente de los incendios puede reducir notablemente la actividad fotosintética (Davies y Unam, 1999) y perjudicar la salud de los seres humanos y de los animales.
Además, uno de los efectos ecológicos más importantes de los incendios es la mayor probabilidad de que se produzcan nuevos episodios del mismo tipo en los años subsiguientes, al caer los árboles, lo que permite que la luz del sol reseque el bosque y produzca una acumulación de combustible con un aumento de especies susceptibles a los incendios, como las herbáceas inflamables.
Los incendios repetidos empobrecen la biodiversidad en los ecosistemas de los bosques y pueden ser seguidos de la colonización e infestación de insectos que perturban el equilibrio ecológico.
Fuente – Los incendios forestales y la diversidad biológica. Autores: Nasi, Dennis, Meijaard, Applegate y Moore. Depósito de documentos de la FAO. Artículo adaptado de un documento preparado por los autores para la secretaría del Convenio sobre la Diversidad Boilógica (Dennis, et al., 2001).
Los efectos del fuego en la fauna forestal.
En los bosques en los que el fuego no es un mecanismo de alteración natural, éste puede tener efectos devastadores sobre las especies forestales de vertebrados, invertebrados, polinizadores y descomponedores. Su desaparición puede retardar de forma muy significativa el índice de recuperación del bosque (Boer, 1989).
La destrucción de árboles huecos en pie y de árboles muertos caídos tiene efectos negativos sobre la mayor parte de las especies de mamíferos. Los incendios provocan el desplazamiento de aves y mamíferos y la desaparición de hábitats, territorios y cobijo, alterando el equilibrio local y en última instancia la pérdida de vida silvestre.
La pérdida de árboles frutales se traduce en una reducción de especies de aves y de animales que se alimentan de frutos. En las bosques quemados se reducen las poblaciones de mamíferos pequeños, aves y reptiles. La disminución de la densidad de pequeños mamíferos como los roedores puede influir negativamente en el suministro de alimentos a los carnívoros de tamaño reducido, que tienden a evitar las zonas quemadas.
Además los incendios también destruyen la hojarasca y las comunidades de artrópodos que la habitan, limitando aún más la disponibilidad de alimentos para las especies de omnívoros y carnívoros (Kinnaird y O´Brien, 1998).
Nos hemos convertido en unos excelentes extintores, pero nada más.
La política de lucha contra incendios en España pone su acento en la extinción.
Hay una obsesión extintora por parte de las administraciones públicas, pero el fin no es mejorar la gestión de la política forestal desde un punto socioeconómico, sino evitar que arda demasiado el monte.
Fotografías del Área de Defensa Contra Incendios Forestales, Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2011. – Descarga de un avión anfibio en labores de extinción | Salida a incendio de helicópteros de transporte y extinción BRIF.
En Galicia – En lo que llevamos de siglo XXI, se ha producido un promedio anual de casi 7.000 incendios forestales. Además, entre los cien municipios donde más fuegos sucedieron entre 2001 y 2012, hasta 74 son gallegos. Para el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela, Xesús Balboa, «el monte gallego arderá siempre que se den unas condiciones meteorológicas determinadas en un medio rural que ha sido abandonado, donde los bosques han crecido sin actividades humanas agropecuarias y forestales que los ordenen y protejan».
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